Tíbet, que linda en tres de sus extremos con las cordilleras más altas del mundo Himalaya, Karakoram y Kulun, debe su fama de tierra exótica y misteriosa a siglos de aislamiento geográfico y a una cultura teocrática única, basada en el budismo e influida por una creencia chamanística más antigua llamada bon.

Geografía

La inmensa meseta tibetana ocupa un área de 1.200.000 km2. En el norte se halla Chang Tang, una extensa y despoblada altiplanicie desértica, salpicada de enormes lagos salobres. La mayoría de los principales lugares de interés y ciudades, así como la mitad de sus dos millones de habitantes, se concentran en las tierras del sur, donde se soportan condiciones menos extremas. El fértil valle del río Yarlung Tsangpo está bordeado por el Himalaya a lo largo de la frontera sur del Tíbet.

Población

Hasta 2015, la población del Tíbet es 3,24 millones. Casi una cuarta parte de la población es nómada, se dedica al cuidado y cría de manadas de dzo (cruce entre vaca y yak) y vive en tiendas. El ganado proporciona productos vitales para la vida cotidiana, como la manteca de leche de yak, esencial para el té amargo de manteca y para su consumo en las humeantes lámparas de las capillas.

El Tíbet es un territorio principalmente desértico, con una altitud media superior a 4.000 metros y temperaturas que en invierno descienden muy por debajo de 0 ℃. Muchas de sus costumbres surgieron como respuesta a la vida en tan duro entorno. Los enterramientos al aire libre, por ejemplo, en los que los muertos quedan a expensas de los buitres, son muy prácticos en una tierra donde escasea la leña y la tierra es demasiado dura para ser cavada. La poliandria y el celibato del clero eran formas necesarias de control de la población.

Historia y Religión Budista

La historia del Tíbet puede ser remontada a cerca de 4.000 años, que se pone en forma de la religión budista, la lengua y la cultura Zang. El budismo está presente en todos los aspectos de la vida tibetana desde que fue introducido en el siglo VII; los monasterios hacen las veces de palacios, centros administrativos y escuelas.

Tíbet fue bajo el gobierno de los monjes un país feudal que se resistió a toda modernización. Así ingresó en el mundo moderno, sin ejército, sin educación laica, sin carreteras y con una tecnología cuya sofisticación rara vez superaba la de la rueda de oración.

El budismo lo introdujo en el Tíbet Songsten Gampo (608-650 d.C.), destacado gobernante responsable de la unificación del país que se convirtió a esta religión por influencia de sus esposas chinas y nepalíes. El siguiente rey religioso, Trisong Detsen (742-803), consolidó la fe budista al invitar al maestro hindú Padmasambhava (gurú Rinpoche) al Tíbet y fundar el monasterio Samye. La vuelta a la religión autóctona bon en l siglo VIII propició la persecución del budismo, y aunque la religión resurgió después, el reino se desintegró en varios principados. En el siglo XIII, el Tíbet se sometió a la conquista mongola, y en 1247 el lama del monasterio Sakya visitó la corte y fue nombrado gobernante de la región. Más adelante, Tsongkhapa (1357-1419) estableció la secta gelugpa o del bonete amarillo. Sus discípulos se convirtieron en los Dalai Lama, que gobernaron el Tíbet durante 500 años. Cada nuevo Dalai Lama se considera reencarnación del anterior.

Qué Ver en Tíbet

El Tíbet ofrece algunos de los paisajes más impresionantes del mundo, y la escarpada escala de los valles de altura, montañas y lagos, en los que las moradas humanas no son sino una mota en el paisaje, resulta asombrosa. Lhasa, Shigatse y Gyantse ofrecen los monasterios y templos más accesibles el Jokhang, Tashilunpo y Kumbum respectivamente, y son también ciudades turísticas con la más amplia variedad de instalaciones y servicios de la región.

La antigua ciudad de Lhasa es el corazón del Tíbet, Una nueva línea férrea comunica Golmud, en Qinhagi, con Lhasa, por lo que el número de inmigrantes seguirá aumentando. El casco antiguo, sede del palacio Pótala y del templo Jokhang, es un reflejo, no obstante, de la determinación con la que los tibetanos se han aferrado a sus tradiciones culturales. Es habitual ver a devotos y alegres peregrinos agitando ruedas de oración y postrándose enérgicamente mientras realizan los koras circuitos sagrados alrededor del templo. El palacio del Pótala, en Lhasa, sigue siendo la imagen más reconocible del Tíbet en la mente occidental y no debe pasarse por alto bajo ninguna circunstancia. No obstante, la ciudad cuenta con numerosos atractivos menores, suficientes como para mantener ocupado a cualquiera durante varios días.

Más lejos, los valles de Yarlung y Chongye, al sureste, cuentan con templos y monumentos antiguos, que pueden combinarse con visitas al antiguo monasterio amurallado de Samye. La ruta más concurrida es la Friendship Highway (Ruta de la Amistad), entre Lhasa y Zhangmu, la frontera nepalí, que pasa por Shigatse, Gyantse y el monasterio Sakya. Desde aquí, merece la pena recorrer el largo y accidentado desvío que conduce hasta el campamento base del Everest, con fabulosas vistas. Lhasa constituye un buen punto de partida para explorar otros destinos remotos. Los monasterios de Drepung, Sera, Ganden y Tsurphu son fácilmente accesibles; el lago Namtso y Samye quedan más lejos.

Aspectos Prácticos para Viajar a Tíbet

La mejor época para visitar el Tíbet es de abril a octubre, fuera de los meses más fríos. De junio a septiembre son los meses húmedos, cuando las carreteras quedan bloqueadas y las crecidas de los ríos pueden dificultar los viajes, pero también es cuando el campo está más verde. No obstante, en cualquier época del año hay que tener en cuenta las cuestiones de salud, e incluso las relativamente suaves temperaturas de Lhasa pueden descender por debajo de cero en cualquier momento. El invierno puede ser un buen momento para ir, debido a la escasez de turistas y a la preocupación de las fuerzas de seguridad por permanecer bien resguardados, siempre y cuando se vaya preparado para soportar el frío (la mayoría de los hoteles carece de calefacción), y los posibles retrasos debidos a los bloqueos y cierres de los puertos de montaña.